divendres, 22 de juliol del 2011

Jean-Siméon Chardin


“Nada se entiende de esta magia” dijo Diderot de la obra de Jean-Siméon Chardin (1699-1779).
Cesto con ciruelas
Chardin nació y murió en París, ciudad en la que vivió toda su vida y que apenas abandonó. De origen humilde, en sus inicios tuvo una formación como artesano que le marcó en su pintura y que se manifiesta en esa mezcla de laboriosidad y libertad a la hora de ejecutar sus obras.
Pintaba despacio, buscando la perfección, y por ello su producción artística es bastante escasa. Fue alumno del pintor de historia Pierre-Jacques Cazes, así como de Nöel-Nicolas Coypel, y en 1728 la Academia Real de Pintura y Escultura se percató de su talento y le aceptó cómo miembro dentro de una categoría menor como era la de 'Pintor de animales y frutas' con las obras de La Raya y El Buffet.

Chardin se dedicará a la naturaleza de manera constante en toda su carrera, abordando a partir de los años treinta las escenas de género, influido por la pintura holandesa del siglo anterior, y también el retrato en pastel.
El célebre crítico Denis Diderot le dedicó muchos elogios en sus reseñas del Salon, las exposiciones oficiales donde Chardin presentaba sus obras, destacando como su pintura evoca la calma y la tranquilidad. También en sus escenas de género, cómo La pequeña maestra o La niña del volante, Chardin capta el recogimiento de sus personajes que rara vez miran al espectador, evitando cuidadosamente lo anecdótico y el detalle, para que sus obras logren una concentración silenciosa e inocente y que den una sensación de instantaneidad, de un momento a punto de desaparecer.

La clientela de Chardin se dividía en dos: por un lado la aristocracia parisina conocedora de su arte y sus amigos artistas, y por otra una clientela real y principesca, representada por grandes soberanos como Luis XV de Francia, Catalina II de Rusia, o Luisa Ulrica de Prusia, reina de Suecia.


Webs consultadas: www.museodelprado.com

dijous, 21 de juliol del 2011

Antonio López: cotidianidad y cercanía


"Una obra de arte nunca se acaba sino que llega al límite de las propias posibilidades”


Con estas palabras Antonio López resume su particular modo de acercamiento al objeto a pintar. Sus cuadros se desarrollan a lo largo de varios años, décadas en ocasiones, con una plasmación lenta, meditada, destilando con cada pincelada la esencia del objeto o paisaje, hasta que el artista consigue plasmar la esencia del mismo en el lienzo. El pintor busca entre la realidad que le rodea aquellos aspectos cotidianos, que él recoge con un tratamiento pleno de detallismo, rozando lo fotográfico. Sus preferencias van desde las vistas de Madrid hasta los retratos de sus familiares, pasando por los objetos más cotidianos y cercanos.

Membrillero

La cena

Antonio López García (Tomelloso, Ciudad Real, 1936) es seguramente el pintor y escultor más importante que haya dado el Realismo español de los últimos cien años. Sobrino y discípulo de Antonio López Torres, Antoñito López supo muy pronto que los sentimientos son “la materia básica del proceso creativo y el vehículo para establecer la comunicación con los demás”. Tal vez por ello logró con apenas 13 años ser admitido como alumno en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.


Estamos ante un artista que retrata la vida cotidiana y los rostros y paisajes que le rodean con una fidelidad y profundidad sólo comparables con su extraordinario lirismo. Considerado uno de los máximos exponentes del Hiperrealismo del siglo XX, Antonio López siempre ha creído que la fuente máxima de creatividad es la libertad y que incluso en las civilizaciones atrapadas por costumbres y religiones asfixiantes es posible alguna clase de libertad expresiva.

El paisaje es el género que más se repite en las diferentes etapas de su carrera y casi siempre es fruto de su fascinación por el entorno urbano. El maestro manchego mira la ciudad en momentos que los demás emplean para el descanso y la estudia durante largos periodos antes de ponerse a pintarla. Luego retoca, rehace y corrige obsesivamente, llegando a recuperar piezas que ya estaban en manos de sus clientes para dar otra vuelta de tuerca al proceso creativo.


Aparador

Los otros dos grandes géneros del maestro manchego son la naturaleza muerta y el retrato. Antonio López dota de una importancia sublime a cada objeto que representa en sus bodegones y los rodea de una atmósfera poética sin igual mediante la utilización de una gama de colores siempre tenues y delicados. Para la figura humana elige casi siempre la escultura, técnica que le permite profundizar en la proverbial preocupación que siente por la forma de las cosas, su volumen y la materia de la que están hechas.

Antonio López recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1985 y tiene también el Premio Velázquez de Artes Plásticas desde 2006. Siendo uno de los escasos artistas de su generación que no optó por la Abstracción, no deja de interesarse por las nuevas tendencias en el Arte porque nunca tuvo la sensación de que la novedad tenga que suponer un peligro para las cosas importantes, sino todo lo contrario. Él dice que “el lenguaje de la pintura ha ido haciéndose más complejo porque el mundo también se ha vuelto así”.



Del 28 de junio al 25 de septiembre de 2011 se puede visitar en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid una exposición retrospectiva del pintor. Sobre la misma dice el pintor: "Es una exposición de cuerpo entero, sin trampa ni cartón, aquí está toda mi vida, lo peor y lo mejor".


Páginas web consultadas: wiquipedia y www.arteseleccion.com

Más información sobre el pintor: www.museothyssen.org

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