El pintor Jacopo Chimenti (1551-1640) tenía fama de poseer un paladar fino e incluso de glotón, hasta el punto de que en ocasiones sus amigos, haciendo un juego de palabras con su apellido Empoli, lo llamaban Empilo ("llénalo"). No obstante, no fue necesariamente su afición a comer y a beber lo que le indujo a pintar sus naturalezas muertas. Es cierto que en el siglo XVII l natura morta tenía mucha aceptación por su valor decorativo, pero en la escala de los temas pictóricos quedaba muy por detrás de los retablos, la pintura histórica, los paisajes y los retratos y estaba muy mal remunerado. Fueron muy pocos los artistas dedicados exclusivamente a este género. Las diez naturalezas muertas atribuidas a Chimenti fueron trabajos ocasionales e indican que el artista se proponía ante todo metas específicamente artísticas. Al disponer los productos del campo y de la cocina de un modo plano y sin profundidad espacial, copiaba modelos más antiguos del norte de Italia, pero probablemente se inspiraba también en la pintura española. Fundamentalmente pretendía reproducir los numerosos productos que podían encontrarse en los florecientes mercados urbanos de la época. La reproducción de las diferencias materiales existentes entre los diversos productos constituía tal desafío a las dotes artísticas del pintor que la construcción de una composición agradable y decorativa pasaba a segundo término. El pintor logró sus objetivos artísticos recurriendo únicamente a la luz que, incidiendo en diagonal, abarcaba las aves colgadas, los embutidos, la carne, la vajilla y la comida servida en la mesa. La pared oscura del fondo acentuaba los efectos luminosos, de modo que aparentemente se perciben la textura de lo crudo y de lo cocido hasta la dureza de la porcelana y el frío del metal.
El principio de la pintura de las naturalezas muertas consiste en reproducir las apariencias naturales superando lo visible y aspira a engañar al ojo humano. Los recursos estilísticos son el dominio de la perspectiva y la iluminación adecuada, de los que hizo gala en 1595 Michelangelo Meresi, conocido con el nombre de Caravaggio, en su Cesta de frutas, la única naturaleza muerta autónoma de su obra. El cuadro está pintado desde una posición ligeramente inferior y en él se acentúan la plasticidad y el volumen de cada fruta, de cada racimo y de cada hoja mediante intersecciones de perspectivas, en tanto que los reflejos delicadamente matizados de la luz contribuyen a diferenciar las distintas superficies. Esta obra maestra inspiró en las siguientes décadas a numerosos imitadores. Sin embargo, frente a la delicada pintura de Caravaggio, los artistas lombardos ofrecieron una pintura inspirada en la cotidianeidad rural.
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Vincenzo Campi (1580). La vendedora de verduras. Academia de Bellas Artes de Brera. Milán |
Giovanni Battista (1615-hacia 1660) y Giuseppe Recco (1634-1695), que se especializaron en naturalezas muertas con pescado y desplegaron un gran virtuosismo representando los brillantes cuerpos de los peces. La percepción y la reproducción, ópticamente engañosa de la superficie y de la materialidad diferenciadas de plantas y animales adquirió carácter de objetivo pictórico central. Los desbordantes arreglos frutales de un Giovanni Paolo Castelli, "Spadino" (1659 hacia 1730), por ejemplo, ejercieron una atracción especial en muchos artistas sobre todo de las escuelas de Roma, de Milán y de Bolonia. Es la habilidad del pintor la que dota al melocotón de una piel casi sobrenaturalmente aterciopelada y a las uvas de una piel brillante, mientras que los cítricos de piel áspera y arrugada quedan a un lado y los higos reventados, las granadas y los melones aparecen junto a hermosas vasijas de cuerpo liso y brillante, de modo que el ojo se pierde en los detalles. Para otros pintores las escamas de los peces, las plumas de las aves y la piel del venado sirven de ocasión a las más altas realizaciones pictóricas. Los platos ya cocinados de las naturalezas muertas holandesas constituyen aquí una excepción y generalmente aparecen en forma de postres dulces, como en el caso de Cristoforo Munari (1667-1720). Poco a poco, a través de un desorden calculado y de una iluminación progresiva del espacio pictórico hasta llegar a la apertura paisajística, la representación de la naturaleza muerta se adapta al gusto del siglo XVIII, caracterizado por los ideales aristocráticos. Solo a finales del siglo encontrará este género pictórico contenidos y formas nuevos y con perspectivas de futuro.
Texto extraído de Especialidades de Italia. El arte de la cocina. Claudia Piras y Eugenio Medagliani. Editorial Culinaria Könemann. 2000 de la edición española. Barcelona, 242-243.
Bibliografía sobre la cocina italiana: Biblioteca Luis Ángel Arango. Habla digital.
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