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dijous, 22 de març del 2012

Una proposta innovadora



Us presentem la proposta que fa Takaya, un creador japonés que esculpeix originals barrets fets amb fruites, verdures i flors. Ara que tot just s'inicia la primavera, no us sembla que és una proposta innovadora i refrescant?

divendres, 22 de juliol del 2011

Jean-Siméon Chardin


“Nada se entiende de esta magia” dijo Diderot de la obra de Jean-Siméon Chardin (1699-1779).
Cesto con ciruelas
Chardin nació y murió en París, ciudad en la que vivió toda su vida y que apenas abandonó. De origen humilde, en sus inicios tuvo una formación como artesano que le marcó en su pintura y que se manifiesta en esa mezcla de laboriosidad y libertad a la hora de ejecutar sus obras.
Pintaba despacio, buscando la perfección, y por ello su producción artística es bastante escasa. Fue alumno del pintor de historia Pierre-Jacques Cazes, así como de Nöel-Nicolas Coypel, y en 1728 la Academia Real de Pintura y Escultura se percató de su talento y le aceptó cómo miembro dentro de una categoría menor como era la de 'Pintor de animales y frutas' con las obras de La Raya y El Buffet.

Chardin se dedicará a la naturaleza de manera constante en toda su carrera, abordando a partir de los años treinta las escenas de género, influido por la pintura holandesa del siglo anterior, y también el retrato en pastel.
El célebre crítico Denis Diderot le dedicó muchos elogios en sus reseñas del Salon, las exposiciones oficiales donde Chardin presentaba sus obras, destacando como su pintura evoca la calma y la tranquilidad. También en sus escenas de género, cómo La pequeña maestra o La niña del volante, Chardin capta el recogimiento de sus personajes que rara vez miran al espectador, evitando cuidadosamente lo anecdótico y el detalle, para que sus obras logren una concentración silenciosa e inocente y que den una sensación de instantaneidad, de un momento a punto de desaparecer.

La clientela de Chardin se dividía en dos: por un lado la aristocracia parisina conocedora de su arte y sus amigos artistas, y por otra una clientela real y principesca, representada por grandes soberanos como Luis XV de Francia, Catalina II de Rusia, o Luisa Ulrica de Prusia, reina de Suecia.


Webs consultadas: www.museodelprado.com

dimecres, 24 de novembre del 2010

El dies de mercat (Cortona)

Galabgal (2008). Reggio Emilia-Mercato piazza grande (Prampolini)-hdr seppia
L’amo d’una de les parades de porchetta s’assembla molt a allò que ven: ulls petits, pell lluent i avantbraços bulbosos. Té els dits curts i rodanxons, amb les ungles menjades. Em somriu, lloant les virtuts del seu porc, però quan es gira envers la seva dona el seu to esdevé remugueta. Els seus llavis semblen fixos en una mitja rialla tensa. Hi he comprat altres vegades, i la seva porchetta és deliciosa. Aquesta vegada compro a l’home menys sever de la parada del costat. Demano més sale, sal, per l’Ed, que és com s’anomena el farcit inqualificable que hi posen. M’agrada, però sempre acabo furgant-hi per veure si hi trobo alguna cosa rara. Encara que el porc és útil i apetitós, en totes les seves parts i preparacions, la porchetta, rostida a foc lent, deu ser la millor. Abans de continuar amb les verdures, veig un parell d’espardenyes grogues amb unes cintes per lligar-les als turmells; deixo les bosses de la compra mentre me n’emprovo una. Perfecta, i per menys de deu dòlars. Les poso al cistell amb la porchetta i el parmigiano.
Els dies de mercat hi ha un parell de carrers tancats al trànsit. Els venedors arriben d’hora i treuen, de camions o furgonetes especials, el que sembla seccions senceres de supermecat. En una parada venen pecorino local, formatge de llet d’ovella, que pot ser dolç o cremós, o d’anyada i fort com un corral, junt amb unes quantes boles de parmigiano. El formatge d’anyada és saborós i s’esmicola fàcilment, i em resulta agradable anar rosegant-lo mentre tombo pel mercat.
Estic buscant i reunint els ingredients per al sopar amb uns nous amics. Els meus llocs preferits són els dels dos mestres de la porchetta. El porc sencer està estès sobre el taulell de tallar, amb una mica de julivert entremig de la cua i una poma o un xampinyó gran a la boca. De vegades el cap tallat és  en un costat, contemplant la resta del seu cos, que s’ha farcit d’herbes i trossos de les orelles, etcètera (més val no fixar-s’hi gaire), per rostir-lo després en un forn de llenya. Es pot comprar un panino (un panet cruixent) sense res més que unes rodanxes de porchetta magra o amb una mica de greix, per emportar-te’l a casa.

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Mayes, Frances (2002). Bajo el sol de Toscana. Barcelona: Seix Barral, 127-133. Traducció al català de Fina Masdéu.
Anne-Miek Bibber (2008). Mark in Pisa


dilluns, 22 de novembre del 2010

Naturaleza muerta

Jacopo Chimenti d'Empoli (1624). Despensa. Óleo sobre lienzo. 119 x 152 cm. Corredor de Vasari. Galería de los Uffizi. Florencia. Italia. Chimenti distingue entre los alimentos servidos en la mesa y los alimentos que cuelgan de una viga. Como lo indican las vasijas rústicas y ligeramente desordenadas, se trata de la bien provista despensa de una casa rural.
El pintor Jacopo Chimenti (1551-1640)  tenía fama de poseer un paladar fino e incluso de glotón, hasta el punto de que en ocasiones sus amigos, haciendo un juego de palabras con su apellido Empoli, lo llamaban Empilo ("llénalo"). No obstante, no fue necesariamente su afición a comer y a beber lo que le indujo a pintar sus naturalezas muertas. Es cierto que en el siglo XVII l natura morta tenía mucha aceptación por su valor decorativo, pero en la escala de los temas pictóricos quedaba muy por detrás de los retablos, la pintura histórica, los paisajes y los retratos y estaba muy mal remunerado. Fueron muy pocos los artistas dedicados exclusivamente a este género. Las diez naturalezas muertas atribuidas a Chimenti fueron trabajos ocasionales e indican que el artista se proponía ante todo metas específicamente artísticas. Al disponer los productos del campo y de la cocina de un modo plano y sin profundidad espacial, copiaba modelos más antiguos del norte de Italia, pero probablemente se inspiraba también en la pintura española. Fundamentalmente pretendía reproducir los numerosos productos que podían encontrarse en los florecientes mercados urbanos de la época. La reproducción de las diferencias materiales existentes entre los diversos productos constituía tal desafío a las dotes artísticas del pintor que la construcción de una composición agradable y decorativa pasaba a segundo término. El pintor logró sus objetivos artísticos recurriendo únicamente a la luz que, incidiendo en diagonal, abarcaba las aves colgadas, los embutidos, la carne, la vajilla y la comida servida en la mesa. La pared oscura del fondo acentuaba los efectos luminosos, de modo que aparentemente se perciben la textura de lo crudo y de lo cocido hasta la dureza de la porcelana y el frío del metal.

Michelangelo Merisi, "Caravaggio" (1595-1596). Canasta de frutas. Óleo sobre lienzo, 31 x 47 cm. Pinacoteca Ambrosiana, Milán. Caravaggio completó en muchas ocasiones sus composiciones de figuras con artísticas naturalezas muertas de flores. No se conocen los motivos por los cuales pintó su única naturaleza muerta autónoma. El detallismo del cuadro se refleja en los orificios hechos por los gusanos en la fruta, que tal vez pueden interpretarse en referencia a la caducidad de la naturaleza.
El principio de la pintura de las naturalezas muertas consiste en reproducir las apariencias naturales superando lo visible y aspira a engañar al ojo humano. Los recursos estilísticos son el dominio de la perspectiva y la iluminación adecuada, de los que hizo gala en 1595 Michelangelo Meresi, conocido con el nombre de Caravaggio, en su Cesta de frutas, la única naturaleza muerta autónoma de su obra. El cuadro está pintado desde una posición ligeramente inferior y en él se acentúan la plasticidad y el volumen de cada fruta, de cada racimo y de cada hoja mediante intersecciones de perspectivas, en tanto que los reflejos delicadamente matizados de la luz contribuyen a diferenciar las distintas superficies. Esta obra maestra inspiró en las siguientes décadas a numerosos imitadores. Sin embargo, frente a la delicada pintura de Caravaggio, los artistas lombardos ofrecieron una pintura inspirada en la cotidianeidad rural. 


Vincenzo Campi (1580). La vendedora de verduras. Academia de Bellas Artes de Brera. Milán
Influidos por las naturalezas muertas flamencas de cocina y de mercado, artistas como Vincenzo Campi (hacia 1535-1591) pintaron naturalezas muertas con figuras, en las que la pletórica y ruda vida cotidiana y la variopinta oferta de los mercados rurales se complementaban recíprocamente. Solo en Italia, donde la pintura religiosa contaba con una tradición ininterrumpida, el sentido oculto religioso y moralizante, tan característico de las naturalezas muertas holandesas, cedió paso a un realismo de acción, marcadamente detallista. La insistencia en la vida terrenal fue una característica de la naturaleza muerta italiana.
Giovanni Battista Recco (1653). Naturaleza muerta con peces y moluscos. Óleo sobre lienzo, 100 x 126. Nationalmuseum, Estocolmo. El napolitano Recco pintó con frecuencia las variadas capturas de los pescadores autóctonos. Supo dotar de volumen y de vida a los brillantes cuerpos de los peces utilizando pocos colores, pero con matices que se encuentran muy diferenciados.
En este contexto surgieron en el siglo XVII numerosas escuelas locales en cuyos cuadros ocupaban amplio espacio las especialidades regionales. Son característicos los cuadros de los pintores napolitanos Giovanni Battista (1615-hacia 1660) y Giuseppe Recco (1634-1695), que se especializaron en naturalezas muertas con pescado y desplegaron un gran virtuosismo representando los brillantes cuerpos de los peces. La percepción y la reproducción, ópticamente engañosa de la superficie y de la materialidad diferenciadas de plantas y animales adquirió carácter de objetivo pictórico central. Los desbordantes arreglos frutales de un Giovanni Paolo Castelli, "Spadino" (1659 hacia 1730), por ejemplo, ejercieron una atracción especial en muchos artistas sobre todo de las escuelas de Roma, de Milán y de Bolonia. Es la habilidad del pintor la que dota al melocotón de una piel casi sobrenaturalmente aterciopelada y a las uvas de una piel brillante, mientras que los cítricos de piel áspera y arrugada quedan a un lado y los higos reventados, las granadas y los melones aparecen junto a hermosas vasijas de cuerpo liso y brillante, de modo que el ojo se pierde en los detalles. Para otros pintores las escamas de los peces, las plumas de las aves y la piel del venado sirven de ocasión a las más altas realizaciones pictóricas. Los platos ya cocinados de las naturalezas muertas holandesas constituyen aquí una excepción y generalmente aparecen en forma de postres dulces, como en el caso de Cristoforo Munari (1667-1720). Poco a poco, a través de un desorden calculado y de una iluminación progresiva del espacio pictórico hasta llegar a la apertura paisajística, la representación de la naturaleza muerta se adapta al gusto del  siglo XVIII, caracterizado por los ideales aristocráticos. Solo a finales del siglo encontrará este género pictórico contenidos y formas nuevos y con perspectivas de futuro.

Texto extraído de Especialidades de Italia. El arte de la cocina. Claudia Piras y Eugenio Medagliani. Editorial Culinaria Könemann. 2000 de la edición española. Barcelona, 242-243.

Bibliografía sobre la cocina italiana: Biblioteca Luis Ángel Arango. Habla digital.

dimarts, 9 de novembre del 2010

El último Sánchez Cotán


El último Sánchez Cotán
(...) El elemento central del cuadro es un cesto de mimbre cargado de cerezas y rematado con claveles. Dos manojos de espárragos, un plato de judías verdes, alhelíes, rosas y azucenas ocupan la base de la alacena. La negritud del fondo del lienzo recrea sus clásicos sombras y misterios de forma que lo natural vuelve a unirse con lo sobrenatural. Como en el resto de su obra, la colocación de los objetos, siempre escasos, parecen organizados en función de alguna regla matemática o procedente de mundos esotéricos (...)
García, Ángeles (16 de septembre de 2010): Una obra maestra sale a la luz. El País, Madrid, 32-33.

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Més sobre Juan Sánchez Cotán: El poder de la palabra: Juan Sánchez Cotán

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