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diumenge, 9 d’octubre del 2011

Un paseo por la colección Carmen Thyssen

Una bonita mañana de otoño podemos pasearnos por la colección Carmen Thyssen en Madrid y descubrir...


Louise Moillon (1610-1696)
Bodegón con frutas (1637)

Louise Moillon fue una de las pintoras más importantes del siglo XVII que cultivó el bodegón como forma expresiva.

Según Sam Segal: "Este lienzo se considera una de las obras culmen de la evolución técnica de la pintora francesa. Frente a sus primeras composiciones más sencillas y con una paleta y una luz menos trabajadas, este bodegón presenta una estructura más sofisticada. La luz está muy concentrada destacando sobre todo los objetos del centro de la representación y creando unas sombras estratégicas que acentúan la profundidad. Los matices cromáticos se tornan muy ricos y su armonía equilibra la composición. Se representan frutas y verduras de primavera como son las alcachofas, espárragos, fresas, ciruelas y albaricoques. La pintora describe minuciosamente detalles del ramaje que cubre las frutas".


Paul Lacroix (1827-1869)
Abundancia del verano

Ana Borobia define así el cuadro de Paul Lacroix expuesto en el museo: "Sobre una gruesa encimera de piedra se coloca, en el centro del lienzo, una voluminosa cesta repleta de frutas. En su interior, entre los racimos de uvas negras, blancas y rosadas, se distinguen varias manzanas, ciruelas, peras, melocotones junto a una mazorca de maíz. El pintor ha aprovechado la rústica y pulida piedra de la mesa para completar su composición. Así encontramos, al lado del canasto: arándanos rojos, zarzamoras, una rodaja de sandía y las fresas de un cestillo. El bodegón se cierra, a la izquierda, con una elegante copa de cuello alto, llena de burbujeante champagne".


Maurice Prendergast (1858-1924)
Bodegón con manzanas (1910-1913)

Maurice Prendergast fue un pintor postimpresionista estadounidense. Se marchó a estudiar arte a París en 1880. Fue un gran admirador de Cézanne. Kennet W.Madox considera que en la obra expuesta en el museo Thyssen, las influencias de los pintores franceses Matisse y Cézanne son evidentes. En 1898 se marchó a Venecia para recuperarse de una larga enfermedad. Es en ese momento cuando empezó a pintar abundantes bodegones con manzanas.
Prendergast se inspiraba en su cotidianidad, utilizando vasijas y objetos que encontraba en su estudio y que usaba, por ejemplo, para limpiar pinceles.


Richard Estes. Nedick's (1970)

Por último, Richard Estes. Nacido en 1932, Estes pertenece a una nutrida tradición de artistas que han pintado Nueva York y sus paisajes urbanos desde un punto de vista fotorrealista. En la obra que expone el museo, nos muestra por primera vez un paisaje urbano: puntos de vista que juegan con la realidad interior y exterior, así, el espectador puede ver a través de los escaparates un paisaje mucho más distante, que le permite envolverse en una realidad tridimensional.


Más información: www.museothyssen.org

dijous, 17 de febrer del 2011

Gastronomía y música

Van der Lamer, Christoffel Jacobsz (1606-1651)
Soldados en un burdel con instrumentista de laúd
"La primera imagen que acude a nuestra mente es la de un grupo de guerreros que succiona huesos de tuétano mientras un músico rasguea las cuerdas de un instrumento. En toda la historia de la música no ha habido ningún instrumentalista o compositor que,  estando en su sano juicio, haya considerado degradante que su arte se mezclara con el ruido de los cubiertos. La música de Handel tenía una utilidad (ser ahogada en medio del estruendo de los fuegos artificiales y del vino escanciado en las copas reales), y lo mismo puede decirse de toda la demás, hasta Beethoven. Este último no rozaba el teclado a menos que hubiese un silencio absoluto (como oyese una palabra, un carraspeo o el tintineo de una cucharilla de café, exclamaba: "¡No quiero seguir tocando para estos puercos!"), y de ahí que a partir de entonces se abriese un abismo entre la gastronomía y la música, a comienzos de la época romántica. Intentaré explicarme.
Cuando los compositores vivían bajo el patronazgo de los príncipes no tenían derechos. A Haydn le pagaba el príncipe Esterhazy para que hiciese la música que su real persona deseaba, a saber, música para banquetes y te deums. Cuando los nobles dejaron de potegerles -coincidiendo con las campañas europeas de Napoleón-, su orgullo henchido les hizo renegar de la música útil: lo que había que hacer era escucharla atentamente; la música reflejaba la personalidad del compositor, el cual adquiría una importancia casi divina. No se podía tomar un helado escuchando un nocturno de Chopin ni rebañar un hueso con la Novena sinfonía, de Beethoven, como telón de fondo. Se empezó a distinguir entre música seria y ligera, lo cual nunca habrían comprendido Handel, Haydri y Mozart. La primera se reservaba para las salas de conciertos, en tanto que la ligera podía escucharse en cualquier lugar.
Se oía sobre todo en los comedores y salones de té. En mi juventud no había restaurante, por malo que fuese, que no tuviese un terceto a base de piano, violín y cello. Yo mismo toqué el piano en uno; no había normas concretas sobre la música que debía acompañar a las comidas, aunque todo el mundo reconocía de modo tácito que los comensales no gustaban de las fugas de Bach o de las sonatas de Brahms. El sonido tenía que ser sedante y no excitar, lo que significaba que no se podían tocar marchas militares ni jazz. Sí se admitían selecciones de comedias musicales (de Víctor Herbert, pero no de Cole Porter), el moribundo cisne de Saint-Saéns y el intermedio de Cavalleria rusticana.
O sea, no tenía que estimular el flujo de adrenalina, ya que eso entorpece la segregación de los jugos gástricos, y tampoco debía rozar el sexo, la furia o el patriotismo: lo bueno, si ligero, dos veces bueno."
Burgess, Anthony: "Gastronomía y música". El País, 6 de julio de 1984.
Para consultar todo el artículo, CLICA AQUÍ.

dimarts, 9 de novembre del 2010

El último Sánchez Cotán


El último Sánchez Cotán
(...) El elemento central del cuadro es un cesto de mimbre cargado de cerezas y rematado con claveles. Dos manojos de espárragos, un plato de judías verdes, alhelíes, rosas y azucenas ocupan la base de la alacena. La negritud del fondo del lienzo recrea sus clásicos sombras y misterios de forma que lo natural vuelve a unirse con lo sobrenatural. Como en el resto de su obra, la colocación de los objetos, siempre escasos, parecen organizados en función de alguna regla matemática o procedente de mundos esotéricos (...)
García, Ángeles (16 de septembre de 2010): Una obra maestra sale a la luz. El País, Madrid, 32-33.

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Més sobre Juan Sánchez Cotán: El poder de la palabra: Juan Sánchez Cotán

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